viernes, 7 de mayo de 2010

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Yo jamás he visto un yermo
y el mar nunca llegué a ver
pero he visto los ojos de los brezos
y sé lo que las olas deben ser.


Emily Dickinson


Dices que odias el mar,
y que amas las cosas que te son amables,
y hablas con encanto de estas dos palabras por separado,
una y luego la otra,
como si no fueran la misma cosa.

No eres un Aleph enfermo,
ni una mirada amarilla resignada.
ninguna imagen clara, ni oscura,
no te tornas amargo,
tampoco dichoso.
La amargura es para los días sin sol,
y la felicidad es una quimera.

La culpa colectiva te ha confinado a los rincones,
a los espacios sin tiempo, sin colores.
La oscuridad te rodea como a los condenados,
como a las palabras que cuelgan de tus versos
y se esconden en mis manos.
La dicotomía de tu imagen, un espejo fragmentado.

La futilidad se asoma por tu labio inferior, mueca, abrojo luminoso.
Sabes que todo ha pasado, y que aún no ha terminado de pasar.
Lo sabes por eso la saudade te cubre el rostro.

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