viernes, 3 de julio de 2009

jueves por la noche

Era jueves por la noche, entré al baño con la mirada perdida y las manos apretadas, con frío y calor al mismo tiempo. Desnuda permanecí un rato sin pensar nada, sin moverme. El agua empezó a mojar mi cabello, y repentinamente un ruido conocido y que me inundó los ojos de imágenes me recorrió el espinazo. Era el timbre de mi teléfono obsoleto, la mano apresurada y temblorosa lo acercó a mi oreja, mientras en mi mente una frase se repetía “podrá ser, acaso será”, apreté el botón con la mano mojada y friolenta: “hola, bueno”. Nada, nada y todo, después todo. La inmensidad en mis ojos, la canción de cuna que alguien invisible y metafísico me cantó de niña, los primeros escalofríos, el génesis de todo: miradas cómplices, el cuarto día del penúltimo mes, las noches de diciembre de algún año que no recuerdo, los libros robados, los santos poetas, la mano del padre agonizante, mi cara reflejada en el cristal de un auto, mi trenza larga amarrada con un cordón dorado, una gafas oscuras, unas color azul. Llegó con la ultima frase Lispector y las cucarachas milagrosas, llegó su pasión y la mía, llegó una cara nueva con labios durazno, pilares viejos y órganos eróticos de iglesias majestuosas. Estuvo toda mi vida condensada en una voz, en una respiración pausada, en una melodía que venía de lejos, apenas perceptible, apenas mía. Estuve ahí, y mi alma se evaporó con la última nota: “oh, oh, la vida es más compleja de lo que parece”…